
Cerró los ojos y recostó su cuerpo sobre la arena. Sin advertirlo, una sonrisa cruzó su rostro mientras sentía el sol en la cara.
Hacía 6 meses que no pasaba una tarde sin que ella fuera a su playa. Y de esos 6 meses, sólo recordaba que ella iba, llovía, lloraba y seguía con su vida. Siempre llovía. Siempre lloraba. Y al final, siempre se resignaba a volver a su vida y salir de aquella burbuja de recuerdos en la que lo lamentaba constantemente.
La vida continuaba, la vida corría y la vida reía, y ella estaba allí, llorándolo. Y la vida continuaba, y la arrastraba a ella a continuar, pero cual nene caprichoso ella sólo ponía mala cara, enojada, y se dejaba arrastrar sin disfrutarlo.
Esperaba. Lo esperaba. Lo buscaba. Pero jamás venía a su playa. La de ellos. O la que fue de ellos.
Se apoyó sobre sus codos, aún recostada en la arena y miró hacia el mar. En ese instante notó que había sol. No llovía, había sol. Y ella no lloraba, sonreía.
Confundida y aturdida cerró los ojos, esperando la tormenta salada que debía caer de ellos y, más aún, esperando las lágrimas dulces que debía llorar el cielo.
Abrió los ojos asustada al comprobar que ninguna de las dos cosas aparecieron.
Cerró los ojos una vez más. Intentó recordarlo para llorar, como siempre, para lamentar los viejos tiempo. ¿Hola melancolía? No, la melancolía no estaba. Y jamás llegó.
Recordó y recordó y al abrir los ojos notó que una vez más sonreía.
No había melancolía en sus recuerdos esta vez, sino felicidad. Se acordaba de cada momento, cada instante, y a medida que se los acordaba los iba disfrutando. Saboreando el aroma que habían dejado grabado en su mente. Estaba feliz de tenerlos y de haberlo tenido.
Comprendió, entonces, iluminada por la esperanza de aquel sol que no había sabido ver luego de las tormentas, que ya no lo esperaba sino que lo anhelaba.
Entiende -en ese mismo instante entiende- que la vida se trata de vivir y no de esperar.
Con el calor en su rostro disfruta los últimos instantes de paz y claridad de su mente, ya que en aquel estado también es consciente de que al volver a su vida, y luego de que aquel sol que ya se despedía se termine de ocultar y vuelva a aparecer, ella va a volver a extrañarlo.
Y allí es cuando su mente comprende el último detalle. Si bien el pensamiento correcto existe, y un momento de claridad mental también, ella nunca va a terminar de saber cuál es aquel pensamiento correcto.
Con la sonrisa en su rostro, se levantá de la arena y se sacude la ropa -pero no la sonrisa, la sonrisa la dejá allí y no la sacude- y comienza a caminar hacia su casa.
Volteá una última vez a ver su playa, temerosa de que aquella tarde sea la única en su especie y no poder volver a disfrutarla jamás. Un último recuerdo aparece frente a ella como una visión, y se ve con él allí sentada y abrazada, en una de sus últimas tardes juntos, disfrutando de aquel mismo sol que se oculta segundo a segundo.
Siente que aquella visión se va llevando la claridad poco a poco, como si quitara una sábana de a tirones pequeños y suaves.
Desearía que su vida fuera completamente de claridad.
Aunque desearía tantas cosas...
Foto por Vania:
http://photographiesvania.blogspot.com/
Hacía 6 meses que no pasaba una tarde sin que ella fuera a su playa. Y de esos 6 meses, sólo recordaba que ella iba, llovía, lloraba y seguía con su vida. Siempre llovía. Siempre lloraba. Y al final, siempre se resignaba a volver a su vida y salir de aquella burbuja de recuerdos en la que lo lamentaba constantemente.
La vida continuaba, la vida corría y la vida reía, y ella estaba allí, llorándolo. Y la vida continuaba, y la arrastraba a ella a continuar, pero cual nene caprichoso ella sólo ponía mala cara, enojada, y se dejaba arrastrar sin disfrutarlo.
Esperaba. Lo esperaba. Lo buscaba. Pero jamás venía a su playa. La de ellos. O la que fue de ellos.
Se apoyó sobre sus codos, aún recostada en la arena y miró hacia el mar. En ese instante notó que había sol. No llovía, había sol. Y ella no lloraba, sonreía.
Confundida y aturdida cerró los ojos, esperando la tormenta salada que debía caer de ellos y, más aún, esperando las lágrimas dulces que debía llorar el cielo.
Abrió los ojos asustada al comprobar que ninguna de las dos cosas aparecieron.
Cerró los ojos una vez más. Intentó recordarlo para llorar, como siempre, para lamentar los viejos tiempo. ¿Hola melancolía? No, la melancolía no estaba. Y jamás llegó.
Recordó y recordó y al abrir los ojos notó que una vez más sonreía.
No había melancolía en sus recuerdos esta vez, sino felicidad. Se acordaba de cada momento, cada instante, y a medida que se los acordaba los iba disfrutando. Saboreando el aroma que habían dejado grabado en su mente. Estaba feliz de tenerlos y de haberlo tenido.
Comprendió, entonces, iluminada por la esperanza de aquel sol que no había sabido ver luego de las tormentas, que ya no lo esperaba sino que lo anhelaba.
Entiende -en ese mismo instante entiende- que la vida se trata de vivir y no de esperar.
Con el calor en su rostro disfruta los últimos instantes de paz y claridad de su mente, ya que en aquel estado también es consciente de que al volver a su vida, y luego de que aquel sol que ya se despedía se termine de ocultar y vuelva a aparecer, ella va a volver a extrañarlo.
Y allí es cuando su mente comprende el último detalle. Si bien el pensamiento correcto existe, y un momento de claridad mental también, ella nunca va a terminar de saber cuál es aquel pensamiento correcto.
Con la sonrisa en su rostro, se levantá de la arena y se sacude la ropa -pero no la sonrisa, la sonrisa la dejá allí y no la sacude- y comienza a caminar hacia su casa.
Volteá una última vez a ver su playa, temerosa de que aquella tarde sea la única en su especie y no poder volver a disfrutarla jamás. Un último recuerdo aparece frente a ella como una visión, y se ve con él allí sentada y abrazada, en una de sus últimas tardes juntos, disfrutando de aquel mismo sol que se oculta segundo a segundo.
Siente que aquella visión se va llevando la claridad poco a poco, como si quitara una sábana de a tirones pequeños y suaves.
Desearía que su vida fuera completamente de claridad.
Aunque desearía tantas cosas...
Foto por Vania:
http://photographiesvania.blogspot.com/
2 comentarios:
Niña mía..me encantó y me reflejé en la historia. Me dejas una enseñanza, el de vivir y no esperar.
Sonreí mientras recorría cada palabra tuya, y me llena de orgullo que una fotografía mía te haya inspirado a escribir cosa tan bonita.
Te quiero
:]
Esperaba que esa frase te llegue más que las otras. Es más, esperaba que la historia te llegue :B Creo que lo necesitás.
Te quiero también...
(:
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