En San Luis había un tipo de langosta (los insectos) verdes, con rayas amarillas y una mancha roja en la cabeza. Y sus alas, eran azules. Me encantaban. Parecían indios pintados para la guerra y si te les acercabas, no volaban hasta que las tocaras. No tenían miedo y yo estaba fascinada.

La cuestión es que estaba en el auto, ya nos íbamos de donde había visto a esas langostas raras. Me moría de calor, tenía los auriculares pero no escuchaba lo que sonaba realmente. Y de golpe una de estas langostas saltó, y por una fracción de segundo se quedó volando al lado de mi ventanilla, mientras el auto se movía. Después solo desapareció. 

Le vi la mancha en la cabeza perfectamente, le vi las alas, le vi las rayas. Lo vi todo perfectamente.

Y por un segundo la perfección pareció existir. 

Después me acordé que sólo era la naturaleza, y se me pasó el susto.